Tuesday, November 9, 2010

La manicurista

Las manicuristas cubanas se diferencian del resto de las del mundo en que además de hacer su minucioso trabajo de cuidado en las uñas, algunas son expertas psicólogas, otras recetan viejos remedios aprendidos durante su larga carrera, o te adivinan el presente o el futuro segun ellas tengan el día. Una manicurista en un pequeño reparto viene a ser la sustituta del cura de la iglesia, pero lo malo de estas es que no tienen como regla mantener la confesión en secreto: una vez que se les ha dicho algo corres el peligro de que todo el mundo se entere, pero aún así la gente prefiere una manicurista para confesar sus pecados que a un cura, y de paso te deja las uñas bonitas.
Toda regla tiene su excepción, claro, no quiero afirmar que todas son iguales, lo que sí tienen todas en común es lo meticulosas que son a la hora de realizar su trabajo.
Hoy me voy a referir a una en específico, una mujer a la cual la vida le cambió en algún momento en el que yo intervine, y, como decimos los cubanos, estas historias sencillas de gente noble y trabajadora suelen ser en algunas ocasiones más intensas de lo que uno se pueda imaginar.

Xiomara es la última hija de uno de los matrimonios más viejos de mi antiguo reparto, ambos fallecidos ya, fueron criando a sus hijas con la estricta educación en la que en tiempos pasados se educaban a los hijos. Que después la crianza se resquebrajara, ya no era culpa de ellos.
La muchacha era una mulata al estilo de Cecilia Valdés cuando Raúl, un León etiope que llegaba de la guerra en Angola, era lo más grande por ser internacionalista. (Recién llegado de aquel país lejano que quedaba en Africa, un continente del cual solo sabíamos que habían muchos negros, leones y elefantes, mi hermano y el actual esposo de mi tia Mayda eran lo más grande en Loteria por entonces).
La mulata no se resistió a los brazos del león y a la cama llegaron. La matriarca de la familia descubriria rápidamente en la cara de su hija la pérdida de su virginidad. Sin pensarlo demasiado la boda se efectuaria lo más rápido posible antes de que se le notara la barriga a la joven. Caso identico pasó en mi familia ya que mi tía se casó embarazada tambien con el otro internacionalista de cuya unión nació mi prima Yenisset.
Los primeros años de cualquier matrimonio suelen ser muy buenos, y en el caso de ellos me imagino que haya sido así., aunque Xiomara, en su desesperado amor por Raúl, al parecer temía que este la dejase y se fue a ver a la santera mayor del pueblo, cuya hija a la que todos llamaban comino por lo flaquita que era, intercedió ante su madre por Xiomara y mi tia para, para que ambas les hicieran un amarre a sus esposos.
Pasados muchos, muchos años después, cunado Xiomara tenía 37 años, yo llegaría a su vida por casualidad, porque hasta entonces nunca fuimos amigos. La pobre Xiomara trabajaba los siete dias de la semana desde las 8 a.m. hasta el oscurecer quitándole las cutículas a las mujeres desesperadas de Lotería
Allí cada una contaba sus historias a la mulata que se pasaba el día encorvada para realizar su trabajo. Un día, despúes de que ella terminó, estábamos sentados en el portal de su casa cuando me dijo que desde hacía como 10 años ella no veía pasar las guaguas, que las últimas que había visto pasar eran aquellas azules de marca Leyland que hacia tiempo se habían "extinguido". Yo me quedé perplejo y mi reacción fue inmediata. Mañana mismo te llevo yo a verlas, le dije...
Así fue que nos lanzamos a la calle a ver las guaguas pasar. Fue entonces cuando lo supe todo. Yo me había convertido en el mejor amigo de la manicurista en ese momento, pues nadie absolutamente nadie en tantos años se habia preocupado por ella. Fue así que comenzó contándome lo del amarre de ella y mi tía a sus esposos. El de ella en cuestión se trataba de coleccionar algunas pertenencias un poco privadas de Raúl, ya ustedes se imaginarán, no hace falta que yo lo diga aquí, pues yo soy muy fino y jamás revelaría cuestiones de esa intimidad... No, no, me da muchísima pena. Bueno esas cositas recolectadas, ella las debía meter en un pomo cerrado y enterrarlo en el patio de la casa. El tiempo pasó, el amor de ella por Raul se acabó y cuando quiso divorciarse de él, ni atrás ni alante él se iba de la casa.
El favor de su nuevo amigo, en este caso yo, un servidor, consistía en ayudar a desenterrar el pomo que Xiomara ya ni se acordaba en que parte del patio había escondido. La búsqueda comenzó al dia siguiente (no me dirán que a todos nos gusta buscar algo escondido), nos pasamos días enteros buscando y del pomo nada, la tierra del patio iba de un lado a otro, fingíamos sembrar plantas, y del pomo nada. Xiomara desde ese día comenzó a salir, se montaba en la guagua para irse a la Habana en busca de pinturas de uñas bonitas, y no había quién le pusiera freno a sus patas. Y el pobre Raúl cada día más encerrado en la casa.
No sé bien si estas cuestiones de amarres en verdad funcionan, lo que sí estoy seguro es que nada más hace falta que llegue alguien y te muestre el camino para que tú lo sigas. Por eso siempre me he sentido un poco responsable del desenfreno de mi amiga, que sigue sin frenos en las patas. Y a Raúl no hay quien lo saque del cuarto. Historia pasada que aún es parte de nuestros días.

No comments:

Post a Comment