Sunday, October 3, 2010

De domingo para lunes

Hoy, camino a realizar una gestión de trabajo, miró hacia mi izquierda y en medio de la calle he visto a un señor de unos 40 años con un cartel en la mano que decía: AYUDA  PARA COMER.
Pensé en su poca edad y en su corpulento cuerpo, y en cuantas veces nos hemos tropezado ultimamente con escenas como estas en los semáforos y muchos decimos (sin siquiera detenernos a pensar en un momento): Con ese cuerpo porque no se busca un trabajo.
Y cada día son más las personas necesitadas que se ponen en las esquinas. Muchos los evitamos, dirigimos la mirada hacia otro lado, como hemos aprendido a hacer en situaciones desagradables.
Nos hemos vuelto crueles con nosotros mismos y hoy he decidido cambiar eso en mí y en mi entorno. No se trata de ser mejor persona o de ser el santo que va por la calle... Solo se trata de aceptar la verdad, que la gente está desesperada y sin esperanza de encontrar un trabajo para mantenerse, y en muchos casos no alcanzan los salarios. Hoy he visto más clara esta realidad. Era domingo en la mañana y no había mucho en que pensar, la vida los domingos va más lenta, estoy seguro que eso influyó en mí.
También me he dado cuenta que en establecimientos pequeños donde uno asiste a realizar compras o alguna otra gestión los empleados no quieren aceptar de ninguna manera que le dejemos un peso o unas monedas de propina. Es que la difícil economía está entrando en la conciencia de la gente, que no solo deja de ganarse unos centavos más a su bolsillo sino que cuida de que uno no regale su dinero.
Gracias a Dios he tenido trabajo en todo este tiempo, pero he conocido gente que ha perdido el suyo y se ha tenido que ir a la calle, a dormir en un carro, lavarse en el baño de los grandes almacenes y pasar el día con tan solo un poco de café en la mañana. He visto los ojos de temor de las personas que han pasado por esta situación y el terror a verse en las mismas condiciones.
He sentido culpa por las veces que he permitido esa frase, sabiendo que por mucho que las personas los deseen, los trabajos escasean, no se encuentran fácilmente y encima de eso los dueños de casas han elevado las rentas de sus cuartos a las nubes para poder pagar sus casas.
Casi todos los días tomo entre dos y tres coladas de café, soy un adicto al café bien espeso y fuerte, pero bien podría eliminar un poco el vicio y estar presto a ayudar a toda esa gente que está en la calle... Quizás mi dolar sea su desayuno, su taza de café del día.

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