Sunday, October 31, 2010

La última descendiente de la dinastía Hu

Hu es una de las tantas dinastías chinas que han existido en este mundo nuestro. Su último descendiente y sucesor al trono había desfraudado a su padre, uno de los emperadores más feroces y arcaicos de la historia, cuando el pequeño fue sorprendido vestido con las galas de la emperatriz (su madre ) la noche del aniversario de bodas de la pareja imperial. El pobre muchachito fue condenado a labores forzosas y a fuertes entrenamientos de combate, ya que su padre creía que era hora de que el descendiente de la familia se convirtiese en un hombre. Sin embargo, para nada sirvieron los fuertes entrenamientos con los sables y las artes marciales. El pequeño Hu se parecia más a una bailarina india que a un guerrero.

Tal era la verguenza del emperador, que desterró a su hijo. Hu, por su parte, tomó aro, balde y paleta y se fue con un tal Alberto el Militar, que echó un bote a la mar y a las costas de Cuba fueron a parar, instalándose en el antiguo barrio chino de La Habana, en la zona intramuros de la ciudad. Allí Hu se convirtió en lo que siempre deseó ser: una Geisha. Ella quedó confinada al encierro en el lugar al que Alberto asistía cada tarde con sus amigos a ver bailar a su esposa sus danzas, y a ser entretenidos por esta Geisha Latina que adoptó el nombre de Hu de la Caridad Mendoza. La hermosa princesa habia decidido no hablar por el resto de su vida ya que su padre, furioso de tener un hijo afeminado, solicitó los trabajos de la mejor hechicera de la region para que aumentara el tono grave en la voz de su hijo (porque hasta en las mejores familias se hacen sus trabajitos).

Hu habia llegado a La Habana como toda una princesa y se paseaba por sus calles sin apenas abrir la boca, ya que su tono de voz era demasiado chocante, por lo que en todo el barrio de los chinos y de Jesus Maria a la princesa le decian "Cachita la muda."  Dicen las malas lenguas que en varias ocasiones la vieron salir de la casa de Maria la O, una famosa santera de la ciudad, a donde iba con la esperanza de romper el hechizo. Pero de nada pudieron ayudarla los santos yorubas.  Hu estaba condenada al silencio.  Ni la mismisima Cecilia, que era intima suya, logró sacarle palabra alguna.

Cuenta la leyenda que la bella princesa Hu dejaba perplejos a todos por su belleza.  Muchos caían de rodillas ante ella, y no fueron pocos los que hicieron dolorosas y largas promesas a sus santos con tal de algún dia escuchar cantar a la geisha, que era lo único de ese su oficio que Hu no podia hacer.

La pobre Hu murió un día, olvidado ya, en un accidente de tráfico cuando en una borrachera le robó el carro a Carmela la aviadora y chocó contra uno de los leones del Paseo del Prado.

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